Cómo optimizar las competencias de tus colaboradores (II): Fortalezas

Tras dedicar la anterior entrada a cómo corregir debilidades y carencias de nuestros colaboradores, toca ahora hablar de las fortalezas.

Todo el mundo tiene, al menos, una.

Cierto es que no siempre la explota; bien porque aún no tuvo oportunidad de hacerla brotar –tal vez no se dieron las circunstancias-, bien porque no se dedica a una actividad en la que la pueda poner en práctica… pero está ahí.

Recuerdo a un empleado (al que llamaremos Luis) de una empresa en la que trabajé, que aparentemente no destacaba en nada.

Hacía labores administrativas rutinarias, procedimientos tediosos que se repetían diariamente y que ni le motivaban ni aportaban ningún valor a la empresa. Simplemente había que hacerlos y él estaba ahí para ello.

Un día, de casualidad, descubrí que Luis era un auténtico maestro de los juegos de estrategia.

Derrotaba a cualquier rival al que se enfrentase.

Había ganado premios en varios concursos y estaba considerado como una eminencia en ese mundillo del que yo, ignorante de muchas cosas, no tenía el más remoto conocimiento.

Muchos le tildaron de “friki” cuando se supo esta circunstancia (humanos: ¡siempre etiquetando!)

Poco después, yo andaba enfrascado en la elaboración de un plan estratégico que me traía por la calle de la amargura.

Me encontraba completamente atascado, con un montón de información que gestionar y muchas alternativas para hacerlo.

Y la “deadline” se me echaba encima.

De pronto pensé en esa habilidad singular que atesoraba Luis y me dije: ¿por qué no?

Hablé con él sobre mi problema y le pregunté si quería y podía echarme una mano con “esa partida” que se me estaba atragantando.

Se le iluminó el rostro.

No solo me dijo que estaría encantado de hacerlo, sino que además sacaría el tiempo de donde hiciera falta para poder compaginar sus tareas cotidianas con esta nueva misión.

Aprendí muchísimo de Luís.

Me ayudo a ampliar y “alargar” la visión, y a pensar más estratégicamente de lo que había hecho nunca.

Formamos un gran equipo, él con su mente estratégica y yo con mis conocimientos técnicos sobre lo que nos ocupaba.

El trabajo se finalizó en plazo y de manera satisfactoria, siendo felicitados por ello y sirviendo, además, para que la empresa reencauzara la carrera profesional de Luis -hasta entonces invisible para la organización- hacia otro puesto más apropiado para el desarrollo de esa competencia y en el que podía aportar más valor a la entidad.

Seguro que ya te has dado cuenta de que la clave de todo este asunto estuvo en el descubrimiento –accidental, en este caso- de esa fortaleza/competencia/habilidad de Luis.

Pauta nº 1:

Invierte tiempo en conocer a las personas de tu equipo.

No solo en el ámbito profesional, sino también sus aficiones, gustos, actividades de ocio con las que disfrutan, etc. (no digo que te metas en sus vidas, cuidado)

Solemos quedarnos con rasgos superficiales y enseguida catalogamos en base a uno o dos de ellos. Y ya no rascamos más.

Una vez que empiezas a descubrir la magnitud de ese colaborador y a ampliar tu visión sobre él, viene la. . .

Pauta nº2:

Crea escenarios y/o aprovecha circunstancias que permitan a tu colaborador hacer aquello en lo que es bueno, de dar su 120%, de fluir.

Siguiendo las dos pautas anteriores empezarás a observar un crecimiento importante en esa persona: mayor motivación, incremento de su confianza en sí misma, etc.

Pero no te quedes ahí. Ahora es momento de activar la. . .

Pauta nº3:

Descubre potenciales. No te conformes con haber detectado aquello en lo que es buen@ tu colabordor/a.

Delega también aquellas cosas en las que, sin ser expert@, muestre potencial para llevarlas a cabo. Dale apoyo y confianza….y déjale hacer. (ver esta entrada sobre delegar pulsando aquí)

Finalizo dejándote esta frase para la reflexión:

«Lo único peor que formar a tus empleados y que se vayan es no formarlos y que se queden»

(Hilary Hinton “Zig” Ziglar)

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