¿Sales o te quedas en la zona de confort?

Para empezar, convendría matizar bien qué significa la palabra “confort” en este contexto.

Cuando hablo de ello en algún curso, muchas personas lo definen como aquella situación o circunstancia en la que sientes cómodo, en la que estás a gusto.

No van desencaminadas, pero más allá de esto, también hace referencia a todo aquello que nos es conocido, independientemente de que aquello que estemos viviendo nos agrade, nos sea indiferente o nos parezca un verdadero infierno.

Un ejemplo: A priori, parece evidente que nadie querría estar haciendo 8 horas al día / 5 días a la semana / 40 semanas al año, algo que no le satisface en absoluto pero, ¿Cuántas personas que aborrecen su empleo siguen manteniéndolo sin hacer nada para cambiarlo?

¿Por qué cuesta salir de la zona de confort? ¿Es conveniente hacerlo por iniciativa propia cada cierto tiempo? ¿Qué ocurre cuando nos sacan de ella forzosamente? Y, por último, ¿Cómo hacerlo de forma adecuada?

Este excelente vídeo explica de manera sencilla los motivos por los que nos cuesta salir de la zona de confort.

Preguntábamos también al principio de esta entrada si es conveniente salir de la zona de confort voluntariamente cada cierto tiempo.

La respuesta es sí, pero esto depende mucho de la personalidad.

Aquellos que son inquietos por naturaleza y evitan la rutina, lo necesitan y lo buscan.

Las personas que toleran mal la incertidumbre o que se rigen por criterios conservadores y convencionales, son más reacias a ello.

En mi opinión, la zona de confort no permanece estática.

Si no ampliamos su perímetro periódicamente, tarde o temprano menguará.

Si nos mantenemos mucho tiempo haciendo lo mismo de la misma forma en un ámbito cualesquiera, empezaremos a convertirlo en rutina y, poco a poco, sin darnos cuenta, ciertas aptitudes y habilidades que habíamos desarrollado y llevado a un alto nivel de competencia iniciarán un periodo de declive y/o desuso por falta de reciclaje, actualización, formación, investigación, etc.

También pueden aparecer algunos malos hábitos que nos restarán eficacia en la práctica de una determinada actividad (¿recuerdas al profe de la autoescuela diciendo lo de no dejar el pie apoyado en el embrague? ¿o lo de las manos al volante siempre en la posición de las 10 y 10? ¿lo mantienes o ya lo has dejado de hacer? Pues eso)

La tercera pregunta planteada en esta entrada aborda la cuestión de qué ocurre cuando nos sacan de ella forzosamente.

Este vídeo ejemplar nos ayudará a resumir la respuesta en poco más de un minuto.

Esto ocurrió en 2007. Echa un vistazo a este enlace, y tendrás algo más de información sobre sus actividades actuales.

Y es que la actitud con la que encaramos cualquier adversidad es determinante para obtener un resultado u otro.

Pienso en este caso –y otros similares- cuando, por ejemplo,  me quejo porque tengo que re-aprender a manejar el PC porque al instalar la nueva versión de Windows “he salido de mi zona de confort”.

Cuántas veces nos quejamos por nimiedades, nos rebelamos ante los cambios, maldecimos incluso porque se nos rompió el móvil y tenemos uno nuevo que no manejamos bien aún. . .

No digo que no sea normal –y sano, a veces- quejarse, pero al escuchar las palabras de Isidre ante semejante “salida forzosa” de su zona de confort, no voy a dejar que cualquier chorrada del día a día me desanime o me haga venirme abajo.

Sería inaceptable, y una falta de respeto hacia él y hacia la infinidad de personas que han vivido/viven circunstancias parecidas.

La pregunta final que se planteaba en las primeras líneas de este post tiene que ver con el cómo. En el primer vídeo ya tenemos algunas pistas sobre ello, pero profundizaremos más en la próxima entrada sobre este tema.

Mientras tanto, ¿Quieres compartir cómo has gestionado alguna salida de tu zona de confort? Gracias por tus comentarios!