Todos mentimos. Según distintos estudios, entre 4 y 200 veces al día.
Desde algo tan cotidiano como el típico diálogo entre dos personas que se encuentran y, aun no habiendo buen feeling entre ellos, se comportan como si fueran amigos, hasta algo tan reprobable como culpar a otro de un error que hemos cometido nosotros.
Coincidirás conmigo, amigo lector, en que uno de los aspectos más valorados en un líder es la honestidad. Sin embargo, en España valoramos menos en este sentido a los líderes políticos que, por ejemplo, a los deportistas.
De hecho, los primeros obtienen resultados cada vez más lamentables en las encuestas que pulsan la opinión que el pueblo tiene sobre ellos (¿Por qué será?)
Pero, ¿Qué ocurre con el liderazgo en las empresas?
Desgraciadamente, numerosos líderes (jefes, más bien) dirigen sus equipos desde la mentira, la manipulación, la desinformación y la contradicción permanente.
Entras en la web de la empresa “Trolas, S.A.”, lees su misión, visión y valores. . . y cuando la conoces por dentro observas que el primer y gran engaño es hacia ellos mismos, ya que en realidad gobiernan muy alejados de estos 3 pilares fundamentales.
Pero eso sí: se exige que todo el mundo esté comprometido con el proyecto, que los empleados se alineen con la estrategia, que la gente esté altamente motivada y, por supuesto, que se cumplan los objetivos!!!
Así las cosas, para mantener con nuestros equipos una comunicación impecablemente honesta:
# Preparación: Trabajar en los mensajes previamente a la comunicación.
Evaluar el impacto que va a tener una noticia en las personas y su trabajo, qué emociones va a producir y prever qué posibles resistencias va a generar.
También aprender a buscar los beneficios que puede traer una nueva situación si esta, de partida, no suena muy bien (si lo trabajamos, aprenderemos a encontrarlos. Pero ojo! Cuidado con vender motos y querer hacer bueno lo que no lo es. . .)
# Empatía: Ponernos en el lugar de esas personas. Comprender y hacer ver esa comprensión. A veces basta con escuchar activamente y dejar que las personas expresen su opinión, aunque no la compartamos.
# Asertividad: Explicar las cosas con sinceridad, claridad, dar motivos, buscar alternativas ganar-ganar y resolver las dudas que surjan.
# No “negar la mayor”: Cuando hay que plantear algo a priori negativo, reconocer la realidad y ver cómo podemos gestionar lo mejor posible la situación partiendo de “lo que hay” puede ser una manera muy positiva de reorientar lo que no les (nos) gusta y poner el foco en lo que se puede hacer, en vez de en lo que no.
# Responsabilidad: No caer en la manida trampa de “…es cosa de la empresa” o “yo no estoy de acuerdo con esta decisión, pero viene desde arriba”.
Si tenemos un cargo de responsabilidad -grande o pequeña-, debemos estar alineados y comprometidos con las decisiones empresariales y hacerlas nuestras, independientemente de la calidad con la que se nos comunicase a nosotros.
Tampoco debemos usar estos subterfugios cuando hemos tomado una decisión difícil pero nos da miedo plantearla, y recurrimos a otorgar la autoría a la cúpula.
# Trabajo individual: Cuando tenemos que comunicar una mala noticia, algún cambio que saca a nuestro equipo de la zona de confort, etc., conviene sacar tiempo para valorar de forma individual la percepción que cada uno de ellos tiene del asunto, aclarar dudas y encontrar maneras de ayudarles a adaptarse a las nuevas situaciones planteadas.
Hay muchos refranes que podrían poner broche de oro a este artículo, pero me quedo con esta frase de Alexander Pope:
«El que dice una mentira no sabe qué tarea ha asumido,
porque estará obligado a inventar veinte más para sostener la certeza de esta primera.»
Gracias por tu tiempo, por leernos y por compartir!